10. La lavandera de noche en lavandero de Lost Louarn8. Adivinanza en el lavadero de Melchoneg

9. Quién ha oído alguna vez al gritador de noche

9. Quién ha oído alguna vez al gritador de noche

“Cuando era joven », decía Fañch Ar Manac’h, natural de Keranborn, me volvía loco jugar a las cartas y, aunque estuviera agotado, recorría un gran trecho por la noche después de cenar para encontrarme con jugadores. Hoy en día ya no le hago ni caso al juego y no iría ni hasta el final del corral.

Una noche, tras una reunión en el pequeño Kerarhant, cogí el camino que me llevaría a mi hogar en el gran Kerarhant. Para volver a casa, solo tenía que atravesar una pradera y un pequeño bosque de encinas y pinos, llamado el bosque del gritador. La pradera era bastante grande, más o menos como la de Prat Braz Keranborn. El juego terminó sobre las diez, o diez y media de la noche; no era muy tarde. Al adentrarme en el bosque, escuché un grito, a poca distancia de mí. No presté mucha atención y continué mi camino, pero, al salir del bosque, cuando entraba en la pradera, otro grito se oyó, más alto, más cerca de mí. No soy miedoso y sin embargo hubiera preferido estar en casa, en mi cama. Seguí caminando y hacia la mitad de la pradera, se escuchó un tercer grito, más alto aún y tan cerca de mí que pensé que el gritador me estaba pisando los talones. Me di la vuelta y no vi nada, pero los gritos se sucedían ahora cada minuto y cada vez más altos. Entonces, asustado, empecé a correr. Los gritos me seguían, cada vez más cerca y tan agudos que despellejaban los oídos. Alcancé por fin la puerta de la escudería donde se encontraba mi cama y, en el momento en el que entré, el gritador, que me pisaba los talones, dio un último grito más alto que los anteriores, así que pensé que todas las construcciones que rodeaban al corral se habían estremecido e iban a derrumbarse. Cerré ruidosamente la puerta, tiré el cerrojo, y me escondí en mi cama más muerto que vivo.

Había oído a menudo al gritador cuando me levantaba por la noche para cuidar de mis caballos pero nunca me había perseguido y no había prestado mucha atención al hecho de que estuviera en el bosque.

También persiguió a mi hermano Yves una vez cuando volvía tarde de una reunión, (un festín de morcilla, creo). Echó a correr, hasta perder el aliento, y como no encontraba ninguna puerta abierta, al pasar cerca de un establo de bueyes, se tiró de cabeza en una bala de paja que tapaba una pequeña ventana baja y se cayó en el establo, donde se escondió debajo de la barriga de un buey. Faltó poco para que se volviese loco.

Mi hermano y yo volvimos a oír al gritador a menudo pero no nos persiguió más. Hay que decir que desde nuestro encuentro intentábamos evitar el bosque cuando es de noche cerrada y preferíamos dar un largo rodeo.